VIRTUDES CARACTERÍSTICAS

Nuestra madre Fundadora, al hablar de las virtudes que deben caracterizarnos, dice: “El Amante Corazón de Jesús quiere que la única y sola ocupación interior de todas y de cada una de las almas llamadas a esta Obra, sea amarlo. Esto debe ser el alma y móvil de todas sus acciones y trabajos. Las virtudes serán: el amor, el celo, abnegación, sacrificio, inmolación, caridad mutua, obediencia, sencillez y humildad”. 

Sólo por la práctica de estas virtudes seremos Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe y apóstoles de su Reinado. Esto es lo que desea aprendamos de su amante Corazón.

Caridad –        

“Dios es amor y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él” (1Jn.4, 16b). Esta virtud nos ha de hacer vivir de tal manera unidas en amor al Señor y a los demás, que formemos un solo corazón y una sola alma (cf. Hch.4, 32). “Nunca ni la más mínima falta de caridad entre ustedes, si hacemos esto, hacemos lo que el Corazón de Jesús quiere; si ya no nos volvemos a ver, ese es el testamento”. 

Como Consagradas que somos, pondremos en práctica “la condición evangélica de discípulos”, comprometiéndonos a vivir el mandamiento nuevo del Señor, amándonos como Él nos ha amado. (cf. Jn.13, 34)

Celo apostólico –

Como Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe, nos sentimos urgidas por el “Corazón de Jesús que desea… nos demos de verdad a trabajar en amarlo y hacerlo amar, en que reine en nosotras por nuestra total entrega a Él y para que reine en los corazones de todos los hombres por el amor a su Divino Corazón”. 

“Ante este reclamo tan claro y urgente”, no podemos quedarnos inactivas; movidas por los intereses del Corazón de Jesús y encendidas en el fuego de su amor, debemos comunicarlo a nuestros hermanos; y “cual teas encendidas” hemos de arder en el fuego de su amor, con un grande celo apostólico. “Nada hacer que no sea para que su Divino Corazón reine”.

Humildad y sencillez –

Desde su nacimiento hasta la muerte de Cruz, el Señor mostró y enseñó a sus discípulos el camino de la humildad y sencillez: “Aprendan de mí, que soy sencillo y humilde de corazón” (Mt.11, 29)

Nuestra Madre Fundadora encarecidamente nos recomienda la práctica de la humildad y de las virtudes que de ella dimanan, especialmente la sencillez: “Para nosotras es un aviso del cielo el que nos demos a la práctica de la humildad de corazón”. “Cuanto más el alma se acerca a Dios es más y más sencilla” Nos esforzaremos en reflejar estas virtudes llevando un estilo de vida simple.

Obediencia –

“Yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envío” (Jn.6, 38). “Si alguien me ama, guardará mis palabra, y mi Padre le amará, y vendremos al él y haremos morada en él” (Jn.14, 23). La obediencia nace del amor y el amor lo hemos de expresar en el cumplimiento de la voluntad divina, en sus diversas manifestaciones.

Las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe, hemos de fomentar con empeño la práctica de la obediencia, siguiendo el ejemplo de Cristo y las urgentes exhortaciones de nuestra Madre Fundadora que nos dice: “Tengamos espíritu de fe, tengamos verdaderos deseos de imitar a Cristo que fue obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz”. Ella consideró de gran importancia la obediencia en nuestra Congregación para que ésta alcance su objetivo.

Abnegación y sacrificio –

Cristo “nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios” (Ef. 5, 2). La vida de cada hermana será reflejo de la consagración de Cristo a la obra de la Redención, si lleva consigo la práctica de la abnegación; la cual consiste en abandonar todas las cosas para seguir a Cristo y aceptar la participación gozosa en el misterio de su anonadamiento y exaltación pascual, en unión con el Padre e impulsadas por el Espíritu Santo.

“Vivamos de abnegación, negándonos a nosotras mismas, por amor a Aquel que de negación y sacrificio vivió, y víctima inmolada se ha quedado en el Santísimo Sacramento del Altar”. Aceptemos como propia la cruz del Señor que nos dice: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga” (Mt. 16, 24).

Inmolación –

Vivir en la disposición y actitud  de constante y total entrega a Dios, es inmolarnos a ejemplo de Cristo y juntamente con Él, quien se ofreció al Padre celestial en la Cruz y se sigue ofreciendo continuamente en el Altar por la salvación del mundo. 

Nuestra Madre Fundadora nos invita con insistencia a hacer de nuestra vida una “inmolación constante, para que el Corazón de Jesús reine” en nosotras y en el mundo entero; y para ofrecerle una “continua reparación de las ofensas que Él recibe”.

Viviremos el espíritu de inmolación en de la aceptación gozosa de las cruces inherentes a nuestra fragilidad humana,  y las que conllevan el fiel cumplimiento de nuestros deberes, las relaciones fraternas y  el servicio apostólico a nuestros hermanos.

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