HISTORIA

ORIGEN

Nuestra Congregación, por un designio especial de Dios, fue fundada por la Madre María Amada del Niño Jesús (María Regina Sánchez Muñoz), religiosa de la Orden del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento, en la Ciudad de Guadalajara, Jalisco, México, en el año de 1926, durante la persecución religiosa que vivió la Nación Mexicana.

1.    Aprobaciones eclesiásticas

a)  Pía Unión: Otorgada a nuestro Instituto por Decreto del 12 de marzo de 1941, por el Sr. Arzobispo de México D. Luis María Martínez.

b)  Diocesana: Concedida por Rescripto del 25 de junio de 1947, bajo el pontificado de Su Santidad Pío XII. El Arzobispo Primado de México, D. Luis María Martínez hizo la erección canónica con Decreto del 5 de septiembre de 1947.

c)  Pontificia: Nos fue dada con el “Decreto de Alabanza” por Su Santidad Pablo VI el día 29 de julio de 1964.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para comprender los orígenes de nuestra Congregación es preciso ponernos en el contexto histórico en la cual nace. México no se comprende sin la presencia de la Virgen de Guadalupe, quien forjó y dio consistencia a la nación mexicana, la cual ha sido el escenario de luchas, guerrillas internas e invasiones a lo largo de su historia, incluyendo las de la fe; una de ellas mejor conocida como la persecución o revolución cristera, en la que la Iglesia Católica, en México, fue perseguida y atacada; originando que muchos creyentes defendieran valientemente su fe; pero al mismo tiempo, todo ello acentuó con más intensidad y clarividencia, la intervención de la gracia divina que siempre asiste a su Iglesia a través sus “carismas” y suscita nuevas fuerzas, que la lleven al camino de la salvación.

El origen de nuestra Congregación de Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe, enmarcado en tiempo de persecución religiosa,[1] nos lleva a examinar de manera breve, esta compleja época de nuestra Patria, comprendida entre los años 1926 – 1929, pero que se prolonga hasta 1942, y aún podría decirse, hasta nuestros días.

El Presidente Álvaro Obregón al inicio de su gobierno restituyó a la Iglesia todos los templos cerrados y trató de ser conciliador; pero al iniciar su gobierno Plutarco Elías Calles, tomó partido violentamente, y el enfrentamiento se hizo inevitable.

Calles y sus partidarios, el 14 de junio de 1926, manifiestan su proyecto de hacer cumplir la Constitución de 1917 al pie de la letra; legislación que se conoce como “Ley Calles”. Constaba de 33 artículos, insistiendo en el cumplimiento de los artículos 3, 5, 24, 27 y 130; fijando rigurosas sanciones a los infractores y anunciando el proyecto de Calles de atacar a la Iglesia católica despojándola de sus bienes materiales.[2] Esto llevó a que el conflicto estallara; la defensiva católica fue organizada y sostenida por los jóvenes de la A.C.J.M. (Asociación Católica de la Juventud Mexicana), rama de la Acción Católica, organización titulada como “Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa”, (LNDLR) y la participación de sacerdotes, así como numerosos fieles que sintieron la urgencia de defender su fe y su Patria, uniéndose para la defensa y el resguardo de la fe, aclamando a Cristo Rey, a la Santísima Virgen”[3], especialmente en los Estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Durango, Veracruz, entre otros. Así mismo el Episcopado mexicano fue víctima del asedio, persecución, expulsión e insultos; ejemplo de ello son: el Arzobispo Primado de México, Dr. D. José Mora y del Río; el Siervo de Dios, D. Francisco Orozco y Jiménez, Arzobispo de Guadalajara; Mons. Leopoldo Ruiz y Flores; el Excmo. Sr. Obispo D. José María González y Valencia, de la Diócesis de Durango; y el Excmo. Sr. Obispo, San Rafael Guízar y Valencia, Obispo de Veracruz.

 

 

 

 

 

 

La escuela era el gran campo de batalla de las fuerzas liberales que imponían a toda costa la enseñanza laica “socialista”. Y el contra-ataque fue constituido por las fuerzas del catolicismo contra el ateísmo, el protestantismo y el socialismo. De igual manera el ataque tenía como centro la autoridad de Roma, la escuela y la prensa. Se dice que entre 1934 y 1935 se hicieron más de 500 confiscaciones de iglesias y edificios eclesiásticos, casi 400 iglesias retiradas del culto, quedando 305 Sacerdotes autorizados en todo el País y en 17 Estados no toleraban ni a uno solo en su territorio.[4]

Los resultados de esta cruel persecución, a grandes rasgos, son para muchos de nosotros, bien conocidos: Iglesia Católica victoriosa, y no vencida; numerosos mártires que hoy veneramos en los altares y, sin duda, el florecimiento y fortificación de la fe; y la confianza más firme en la protección maternal de Santa María de Guadalupe. 

 

   

 

 

  

 

 

 

 

 

 

Dentro de este contexto, la Madre María Amada del Niño Jesús, recibe un llamado de Dios para fortalecer la fe lastimada de los creyentes, de modo que aun siendo religiosa de la Orden del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento en agosto de 1923; mientras toda la Comunidad hace los Ejercicios Espirituales dirigidos por el R. P. Lázaro Valadez, de la Sociedad de Jesús (SJ). Desde esta fecha él será su director espiritual por varias décadas. Hacia 1924, escribe al Padre respecto a una luz que desde años atrás había percibido sobre su salida de la Orden: “Entendí que mi Jesús me dijo: Tendrás que salir y después encontrarás la luz. Te daré un alma de los hijos de mi Compañía que te lleve a Mí”.[5] También le comunica: “Hace más de un año que su Majestad me dijo: La persecución contra la Iglesia será terrible en México; entonces tendrás que salir de nuevo y comenzarás mi Obra”.[6] Este es el inicio de un nuevo camino de discernimiento que llevará a cabo con la ayuda de su director espiritual. En esta etapa, de 1925 a 1930, hace ejercicios espirituales dos o tres veces al año, en ocasiones en casa de sus padres y otras en su comunidad; casi siempre con el objetivo expreso de discernir la voluntad de Dios respecto a la fundación.[7]

En agosto de 1926, la comunidad del Verbo Encarnado se dispersa debido a la persecución y Sor María Amada es enviada a casa de sus padres. En junio de este mismo año el Presidente de la República, don Plutarco Elías Calles, promulga la llamada “Ley Calles”.[8]

 

 

 

   

 

 

Es así como la naciente Obra, tuvo por cuna la casa de los padres de la Madre María Amada: los señores Don Catarino Sánchez y la señora Doña Matiana Muñoz de Sánchez, ubicada de la calle Juan Álvarez, No. 1039, quienes con grandísima caridad y celo, ayudaron al sostenimiento de las aspirantes. Fueron verdaderos padres para la Obra, sin escatimar para ello sacrificio algún, todos los de la familia se prestaron para ayudarla de igual manera. 

 

           

 

 

Bajo estas circunstancias, Dios permitió que diera inicio la nueva fundación a finales de 1926, siendo ella religiosa de la dicha Comunidad; pese a eso, el primer ensayo de esta Obra se verificó en el municipio de Zapopan, Jalisco, donde se instalaron las tres primeras jóvenes llamadas por Dios para dar principio a la Obra expresada; la cual tenía en sus orígenes estos fines:

1º. La propia santificación de todos sus miembros; 2º. La enseñanza a los niños y niñas pobres en especial, y a los de clase media. 3º. La atención a las almas más abandonadas, por medio de la Catequesis.

En esta primera etapa, la gente las empezó a llamar “las monjitas de Cristo Rey”, pero el dueño al darse cuenta que eran posibles religiosas no quiso arriesgarse y las despidió; más adelante tendrán como benefactor en Guadalajara al Señor Ramón Garibay. Su Comunidad se dio cuenta de esta situación y no aprobó lo que sucedía, dando origen a numerosos conflictos que finalmente llevarían al Obispo Orozco y Jiménez a darle el indulto de secularización, el 14 de octubre de 1930, de modo que ella se traslada a la Capital, la Ciudad de México. 

Ya en la Capital, María Amada se ve desprovista aún de lo que materialmente era indispensable para mantener e instalar la comunidad. Pronto se presenta con el Vicario de Religiosas, R. P. Carlos Máyer, S.J., para hablarle del proyecto que ya había iniciado, él la escucha con solicitud y le ofrece su apoyo, por lo que en la primera oportunidad la recomienda con el Sr. Canónigo de Puebla, Alfredo Freyría, quien le propone que se haga cargo de un colegio para niñas pobres, en la Ciudad de Puebla. La Madre María Amada acepta llena de esperanza, y el día 12 de enero  de 1931, el grupo de jóvenes llega a aquella Ciudad, viviendo al lado de su fundadora por primera vez. Eran doce las que formaban esta primera comunidad, incluyendo a la Madre. Un día antes se habían consagrado a Santa María de Guadalupe, en el Tepeyac, ahí María Amada vivió una experiencia espiritual que le dejó la certeza de que Santa María de Guadalupe era la Patrona y Madre de la naciente Congregación.

 

 

 

 

 

 

 

En Puebla trabajan todo el ciclo escolar, pero siguiendo las sugerencias de los sacerdotes que la apoyaban, decide regresar a la Capital para darles a las hermanas una mejor oportunidad de formación. A finales de noviembre de 1931, la comunidad regresa a la Ciudad de México y se establece en la calle Jardín Hidalgo, No. 6, en el centro de Azcapotzalco, donde la Comunidad continúa creciendo de tal manera que para el mes de diciembre ya eran 30 jóvenes. Iniciando así, el establecimiento de la Fundación en la Ciudad de México, en donde tienen que vivir fuertes experiencias de persecución religiosa y huir para evitar ser aprehendidas.  

La Madre intensifica su oración y promueve en la Comunidad una intensa campaña de adoración al Santísimo Sacramento, en reparación por los males que estaba sufriendo la Iglesia y para implorar, ante esta realidad, el reinado del Corazón de Jesús en México.

El 2 de diciembre de 1934, ocurre un hecho muy doloroso para María Amada, pero a la vez un momento de gracia, por la trascendencia que providencialmente tuvo para la Obra del Corazón de Jesús. Su papá, quien estaba de visita en la Comunidad, se enferma gravemente y las hermanas van a la Parroquia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, en busca de un Sacerdote para que lo auxilie espiritualmente en su agonía. Encuentran al joven Sacerdote Vicario, el Padre Teodosio Martínez Ramos, quien acude con solicitud a atender al enfermo. Ese mismo día murió Don Catarino, quien siempre fue muy cercano, cariñoso y  afín con su hija María. 

Aquel primer encuentro de María Amada con el Padre Teodosio Martínez Ramos, representa un momento histórico y trascendente, ya que él será “el elegido”, para fundar la rama masculina de la Obra que el Corazón de Jesús le pedirá.

En 1935, al no poder trabajar en el Colegio, emprendió otra manera de llevar a cabo su misión educativa: con acuerdo del Párroco de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago en Azcapotzalco, Don Elías Palomino y apoyada por el Frente Único de Padres de Familia, funda los “Centros Hogar”, para continuar atendiendo, ahora  de manera clandestina, la educación de los niños. 

 

 

 

La Madre María Amada, continúa al frente del grupo de las futuras religiosas en la calle Pino Suárez. Ahí vivió importantes acontecimientos, tanto personales como en relación a la obra.  Antes de terminar el año, la comunidad fue delatada y, después de unas semanas de dispersión, las jóvenes hermanas se reunieron en un nuevo domicilio, en la calle de Heraldo No. 27, donde permanecerán sólo por unos meses, pues debido a una nueva denuncia salieron furtivamente el 27 de diciembre, gracias a que el Padre Teodosio Martínez, le avisó a la Madre sobre el riesgo que corrían. A principios de 1936 se instalaron en la calle Belisario Domínguez No. 37. En este año eran ya 38 las jóvenes que integraban la comunidad, lo cual hacía difícil disimular su presencia y actividad ante las autoridades civiles. Es entonces cuando María Amada vio necesario abrir dos nuevas casas en el mismo Azcapotzalco: una para atender a niñas internas y otra para internos, quedando la ubicada Belisario Domínguez como Casa Madre. Aquí fue donde recibió la aprobación eclesiástica de la Congregación como Pía Unión, el 12 de Marzo de 1941, con el nombre de Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe. De ésta casa envió -en pocos años- a las hermanas que fundarían las comunidades de Durango, Durango; Perote y Coscomatepec, Veracruz (estas dos a solicitud del Sr. Obispo, hoy San Rafael Guízar y Valencia); Miguel Auza, Zacatecas y San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. 

 

 

 

A finales de 1937, en la mencionada casa de la calle Belisario Domínguez, la Madre María Amada reunió un grupo de niños para iniciarlos en la formación, pues ellos serían los primeros alumnos de la Escuela Apostólica de los Misioneros del Sagrado Corazón y de Santa María de Guadalupe, cuya fundación tuvo lugar en una casa muy cercana a la que habitaban las hermanas, el 28 de junio de 1938; día en que el Padre Teodosio Martínez Ramos, se hizo cargo del grupo como Fundador y primer Superior general de la rama masculina, tal como ella entendió que era la voluntad expresa del Corazón de Jesús. En pocos años el número de los que ingresaban a esta obra fue creciendo, por lo que era apremiante un espacio adecuado para el seminario de los futuros Misioneros.

Hasta 1942 la comunidad no ha tenido casa propia; así que a finales de este año, la dueña de la casa que rentaban en Belisario Domínguez, exigió a la Madre que la desocupara de inmediato. Providencial y oportunamente, el Sr. Fortunato Carraro había donado al Padre Teodosio Martínez un terreno en la Colonia Cosmopolita, para la construcción del seminario y de la casa de las hermanas.[9]  A mediados de abril de 1943, la comunidad se traslada a su nuevo domicilio en la Avenida Ceylán, donde madre e hijas tuvieron que llevar a cabo arduas faenas para acondicionar el lugar y continuar la construcción apoyadas en todo de Catarino Sánchez. Actualmente es mejor conocida como Casa Madre, donde estuvo el Gobierno General de la Congregación hasta el año de 1990, cuando se trasladan al centro de Azcapotzalco donde actualmente se encuentra la Casa General.

 

 

 

 


[1] Constituciones MSCGpe, Cap. I art. 1 b.

[2] México a través de los siglos Tomo IV p 332.

[3] Ibíd. P 113.

[4] Ibíd. P. 38

[5] Cuenta de Conciencia, AMASM, Caja 14, Exp. 10, p. 8

[6] Ibid. Caja 14, Exp. 5, p. 180.

[7] Ibid. Caja 14, Exp. 10, p. 33.

[8] GUTIERREZ, C. José. Historia de la Iglesia en México, México, 1993, Edit. Porrúa. pp. 142-144.

[9] BRAVO, R. Berenice. De nobles y grandes aspiraciones, México 2011, Edit. Color, pp. 116-118.

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